domingo, noviembre 04, 2012

Triste espera

Hoy me he acordado más que nunca de ti, abuela. Hace ya dos años y medio que te fuiste inesperadamente, cuando más estabas disfrutando de tu vida en la vejez. Me he dado cuenta que no te escribí  nada, y lo siento mucho, pero hoy voy a enmendar ese error.

Me acuerdo de cuando comenzaron las malas noticias, que estabas mal, que tenías algo. Que no podías comer, que te dolía. Cualquier persona desde fuera lo habría visto venir, pero yo me negaba, me autoconvencía que no sería nada, lo de siempre del estómago, que no podía ser malo. A mi abuela no le podía pasar nada malo, no. Pero la mala noticia llegó, como un hachazo, cáncer, inoperable, terminal. Recuerdo que repetí mil veces, no, no puede ser, cómo va a ser terminal, que no. No me lo podía creer, no quería pensar en el significado de esas palabras. Que te ibas abuela, que no teníamos más tiempo contigo. No pude ir enseguida, porque no lo sabías y te hubiéramos asustado, y era lo que menos necesitabas. Pero llegó un momento que ya era cuestión de días, estabas empeorando por horas. Cogimos aquel tren mi hermana y yo, tristes, acongojadas, con muchísimas ganas de estar contigo. Recuerdo el hospital, a la Loli llorando sin consuelo. Tu habitación, en la semipenumbra, en semisilencio. Y verte en la cama, tan frágil...qué dolor aquél primer momento. Y qué dulzura la tuya.

- Mamá, que las niñas ya están aquí (mi madre)
-Cómo que están aquí (tú)
-Claro, si ya te lo he dicho que venían (mi madre)
-Sí, pero no me dijiste que  hoy!!! (tú)

jajajaja nadie pudo evitar reírse. Me río ahora. Y lloro. Qué desconsuelo verte así, no parecías ni tú. Sólo tus ojos permanecían con la misma expresión dulce de siempre. Cómo lloramos mi hermana y yo cuando salimos un momento afuera. No estábamos preparadas para verte así, nadie, nunca, está preparado. Pediste volver a casa, salir del hospital. Seguías sin saber nada, seguramente negándotelo a ti misma. Aferrándote a la esperanza de poder seguir viviendo. En casa te tratamos con a una reina, las cuatro, a una por ti. La Loli, mi madre, mi hermana y yo no nos separamos casi nada de ti, lo justo para poder respirar y coger fuerzas. Recuerdo a aquél inútil de enfermero que vino y te soltó a bocajarro que cómo querías morir, si dormida o despierta a base de morfina. Cómo lloraste, no maté a ese hombre de puro milagro. Pero ya lo sabías, ya habías visto a tu ángel, tu madre, desde el primer día que volviste a tu casa. Te recuerdo mirando a un punto en el vacío, como si vieras a alguien, y negar con la cabeza. Hacer aspavientos con las manos. Era tu madre, que venía a por ti, y tú no querías irte. Querías ver a tus nietecitas crecer un poco más, fue lo que me dijiste "me dice que me vaya con ella, pero no quiero". Fueron tus palabras. No podía ser abuela, nunca he visto a nadie con tantas ganas de vivir y tanto dolor por tener que marcharte. Cómo aguantaste, casi dos semanas. Dos semanas que guardaré como oro en paño, cuánto amor había, cuánta dedicación a ti. Y qué entereza la tuya, aguantando estoica a todos los familiares que venían a verte, a despedirse. Escribirle a mi otra abuela de tu puño y letra aún cuando apenas podías fijar la vista. Repartir tus pequeñas joyas entre los tuyos. Darnos amor los últimos días.

Llegó aquella noche, después de que te quitaran casi 5 litros de líquido del estómago que te hacían sufrir todos los infiernos imaginables. Volviste aliviada, podías respirar, pero yo vi que te ibas, que no ibas a ver otro día más. Casi veía cómo se iba yendo tu luz a cada respiración. Cuando te metimos en la cama lo dijiste...

-Ale, me voy (tú)
-Adónde te vas mamá? (Loli)
-Al baño, a dónde voy a ir? (tú)

jajaja hasta el final con sentido del humor. Mi madre y mi tía no hicieron caso de tus palabras pero yo sí, ví clarísimo a qué te referías. Me acerqué y te susurré "vete en paz abuela, te quiero mucho, adiós". Pocas palabras, lo sé, pero no fui capaz de decir nada más. Intenté avisar de que te ibas esa noche, pero no me hicieron caso. Es normal, no quieres creerlo. Te dormiste muy tranquila, enseguida. Todas nos fuimos a dormir, pero estuvimos en vigília. Y a punto del amanecer, a las 5, te fuiste. Entré en tu habitación sin hacer ruido y te di un beso, aún estabas caliente pero ya  no respirabas. Y ya se te llevaron. Cómo lloró tu hermana Virtudes...yo no lloraba, no podía, te habías ido tranquila, estaba en paz.

Te quiero abuela. Fue muy triste esperar que te fueras, pero aprendí tanto de eso...sólo siento que sufrieras tanto, y me alegro de que al menos en el último momento se te fuera el dolor. Te tengo como ejemplo, como luz, vida y fuerza. Pienso en ti y te siento cerca, un calorcito en el pecho. Te quiero abuela.

No hay comentarios: